viernes, 29 de mayo de 2009

Editorial edición 171

¿Privatizar?
Nos suena raro y hace ruido cuando alguien habla de privatizar.
Es que la palabra, además de la carga que tiene en los tiempos en que vivimos, nos recuerda cuando el Estado fue diezmado y los que encabezaron el proceso de venta se quedaron con parte importante de las empresas o conformaron sus directorios.
En Argentina, los militares que encabezaron el golpe de 1976 con Jorge Rafael Videla, acuñaron la frase de que achicar el estado era agrandar la nación. Pero sólo hicieron lo primero.
Acá, afortunadamente, los que gobernaron con mano de hierro durante 17 años, no pensaban lo mismo, al menos en algunas empresas, y Chile pudo seguir siendo dueño de Codelco, el Metro, TVN, la Enap y Ferrocarriles, entre otras, incluso algunas sanitarias que hoy están en manos privadas gracias a la Concertación.
La carga emotiva que significa para los chilenos que el cobre sea “su” sueldo y que se luchó tenazmente para chilenizarlo primero y nacionalizarlo después, con el concurso de todas las fuerzas políticas, hace que sea una maniobra muy arriesgada incluir en una plataforma electoral la posibilidad de privatizar Codelco, aunque sea en un porcentaje mínimo, o tocar las otras empresas mencionadas.
Sin embargo, un periodo electoral es útil si el país debate propuestas y hace que circulen libremente las ideas, sin descalificaciones a priori. Rechazar, así porque sí una iniciativa, sin entrar a juzgar el fondo de ella, antes de ver qué tiene de bueno y cuánto de negativo, impide que el país crezca y se vigorice.
Hay ideas del pasado que fueron buenas y otras que siguen siéndolo, pero si no se las cuestiona o confronta con la realidad actual, tienden a ser dogmas y ellos no siempre son positivos. La idea debe nutrirse. He ahí la fortaleza de un país.
El valor de la oferta del candidato Enríquez-Ominami, quien propuso vender en Bolsa paquetes accionarios muy reducidos de algunas empresas estatales, es que le ha puesto a su programa la simpleza que requiere el debate y no se ha quedado sólo en la retórica. Habla de un decálogo y de medidas concretas. No palabras vacías. Poco y nada se puede debatir sobre la superación de la pobreza o un país más justo y con mayor libertad de expresión.
Desde la izquierda, sin embargo, algunos que veían con buenos ojos la postulación del diputado socialista, levantaron voces airadas. “¡Codelco no!”. Pero ¿por qué no?
Ahí está el quid del asunto y el espacio que necesariamente se abre en una campaña electoral para discutir sobre el modelo del país que queremos. Para ello, primero, es necesario jugar con todas las cartas arriba de la mesa, significando esto que hay que decir toda la verdad. Enríquez sólo habló de un 5 por ciento de Codelco y de un 10 en las otras empresas. El control seguirá en manos estatal. ¿No será más seguro, por ejemplo, que ese 5 por ciento esté en manos de las AFPs para que éstas no tengan que invertir en el extranjero y poner en riesgo a millones de afiliados? Tal vez. Hay que pensar. ¿Significa ello, además, que el 10 por ciento que va hoy a las FFAA no irá más? ¿Requiere o no Codelco y las otras empresas una inyección de capital? ¿Van a ser más o menos eficientes con la participación privada? ¿Cuánto vale ese 5 por ciento? ¿Será rentable venderlo cuando la empresa genera en pocos años esa cantidad?
Son preguntas que surgen y que deben ser respondidas, con altura de miras, por aquellos que se oponen o alientan la propuesta, para que el que la planteó, enriquezca su idea o la deseche y permita el surgimiento de una nueva.
El tema no es sólo respecto a las privatizaciones o el aborto, como ayer lo fue el divorcio o la píldora del día después, sino para todas las ideas. El país y el dinamismo de una campaña electoral requiere de dirigentes que se atrevan a proponer cosas que están en las agendas y en las sobremesas y que, muchas veces, los políticos las desechan para no perder en las encuestas. Ojalá esta elección, sin descalificaciones, permita avanzar en temas país y votar, en definitiva, por algo más que una cara o un programa vacío.
Y usted ¿vendería el 5 por ciento de Codelco?

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